Hace más de 10 años, empecé a arreglar pequeñas averías: un grifo que goteaba, una persiana atascada, una pared que pedía un lavado de cara... Poco a poco los retos fueron creciendo, hasta que llegó el mayor de todos: levantar desde cero una casa entera, la que hoy es el núcleo de nuestro negocio familiar de alquiler turístico.
Ahí descubrí que no solo sabía reparar, sino también crear. Y lo que empezó como arreglos sueltos se convirtió en una pasión: transformar espacios para que la gente disfrute de su hogar.
Creo que cada reforma merece la misma dedicación que le pondría si fuera para mi propia casa.
Trabajo con presupuestos claros, sin sorpresas, y mantengo una comunicación directa en todo momento.
Me gusta cuidar los detalles y no dar nada por terminado hasta que todo funciona como debe.
La satisfacción del cliente no es un extra: es la base de mi trabajo.